16.2.10

Contra los privilegios de los productos milagro

Si yo os digo que con un producto "la mayoría de las personas experimentan diversos grados en el aumento del equilibrio, la fuerza, flexibilidad, resistencia, enfoque, coordinación y ritmo" no me estoy refiriendo a ningún medicamento contra la demencia o el alzheimer ni a ningún otro medicamento para el aumento del rendimiento deportivo (de dopaje), que probablemente estaría prohibido en competiciones. Si así fuera, el producto en cuestión debería haber seguido un complicado y caro proceso de validación en el que habría demostrado su eficacia fuera de toda duda razonable, como muy bien cuenta Manuel en La ciencia y sus demonios. Estudio teórico, modelo celular, modelo animal y modelo humano, con muchas pruebas rigurosas y sistemáticas dirigidas a evitar riesgos, efectos secundarios y descartar la sugestión y el efecto placebo.

Quienes firman esa frase son los vendedores de la pulsera timo Power Balance en una de sus webs españolas (con una redacción que parecede un niño de 8 años, por cierto). Gracias a Dios (es frase hecha, evidentemente es gracias a a ciencia) para que un medicamento pueda hacer afirmaciones de ese tipo tiene que sudar tinta china y demostrarlo una y otra vez. Y doy gracias, porque si se aceptara, como alguien me ha llegado a decir, "que demuestren los críticos que no funciona", no tendríamos medicamentos eficaces. O mejor dicho, no tendríamos medicamentos, porque ya no merecería la pena investigar. Se fabricarían a patadas por parte de cualquier desalmado y no habría forma de distinguir entre los que funcionan y los que no.

Por alguna extraña razón hay millones de productos que prometen beneficios para la salud a los que no se les exige ninguna evidencia de que sea verdad lo que prometen. Es más, a pesar de que sus explicaciones de funcionamiento son manifiestamente falsas, siguen a la venta. Productos homeopáticos, pulseras milagrosas, suplementos vitamínicos, suplementos alimenticios... No son medicamentos, ni quieren serlo, claro. Prefieren no tener que demostrar nada, porque sencillamente no podrían. Pero se permite su venta en farmacias, se publican artículos mediocres haciéndoles publicidad gratuita (como que el diario El Correo publicó el otro día, regalando una página entera a la Power Balance en un vergonzoso artículo superficial y equidistante con sus defensores y sus críticos) y nadie toma medidas para retirarlos del mercado.

Así que desde aquí lanzo una llamada a los gobiernos, a las asociaciones de consumidores, a las empresas farmacéuticas, para que no permitan este robo a mano armada. Porque unos cuantos caraduras se están haciendo de oro engañando a personas que lo único que necesitan es sentirse mejor. Y no hay nada más vil que aprovecharse con el engaño de las desgracias ajenas.

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